Sábado y unas horas antes del Madrid-Barça. ¡Qué mal me lo he planificado! Hoy no me lee ni Dios. En fin, ya que estamos…
Hay que saber leer entre líneas. No nos queda otro remedio cuando los que tendrían que leer en voz alta y clara no lo hacen. Leamos pues y saquemos nuestras propias conclusiones. Ayer se sentaron las bases de la nueva unión económica europea –supongo que es lo que Sarkozy llamó hace unos días la refundación de Europa-. ¿Cómo será esa nueva Unión Europea? ¿Qué es lo que se acordó exactamente ayer? Pues, de una manera más o menos velada, se anunció que la única salida a la actual situación económica era ceder soberanía. La cancillera Merkel y monsieur Sarkozy habían decidido unos días antes que los estados que quisieran estar en el meollo europeo tendrían que ceder soberanía a la Comisión Europea. Igual me equivoco, pero creo que a partir de ahora cada estado tendrá que ajustarse a unos límites presupuestarios establecidos por el andrógino Merkel-Sarkozy. Además, será la Comisión Europea la que tenga que validar los presupuestos antes de ser aprobados por cada uno de los parlamentos estatales, pudiendo invalidarlos o imponiendo sanciones en caso de no mantenerse en la línea establecida. Dicho de otro modo, los ciudadanos de cada estado elegiremos a unos diputados que sólo podrán votar en el parlamento correspondiente aquello que la Comisión Europea les permita.
Siendo así, primero, en el futuro todos los estados podrán gastar e invertir en función de un porcentaje sobre el PIB. Pero entonces, ¿los países más ricos podrán gastar más que los países más pobres? Sensu stricto, sí. Habrá europeos de primera y de segunda división. Es decir, los alemanes podrán tener más y mejores servicios públicos que los portugueses o los polacos, o podrán jubilarse con mejores condiciones, o tendrán carreteras y hospitales más modernos, o podrán cuidar mejor a sus inválidos y ancianos, porque su PIB es muchísimo más alto que el de portugueses o polacos. Por cierto, economistas, ¿cuánto vale un inválido o un enfermo de cáncer? Si son sinceros, para ellos no valen nada –bueno sí, en negativo porque son un gasto.
Pero además, ¿qué es eso de que los estados tendrán que ceder soberanía? Esto me parece aún más grave. Ahora ya no se trata de si es bueno o malo ceñirse a unos límites presupuestarios –evitemos discutir con los creyentes liberales-, ahora se trata de preguntarnos, ¿pero alguien se ha molestado en pedir mi opinión? En un estado democrático, ¿no se supone que la voluntad popular es la soberana? Nos cambiaron la constitución sin que nadie se molestara en consultarnos y ahora, ¿nos van a decidir las cuentas unos señores que no han sido elegidos por nadie? Pues parece que sí. Y mientras tanto nosotros preocupados por si va a ganar el Barça o el Madrid.
La tecnocracia avanza a marchas forzadas. Una tecnocracia al servicio de un poder económico sin nombre ni apellidos, muy alejados de nosotros, y que tendrá el buen criterio de tutelar nuestras vidas. Será algo así como cuando yo era jovencita y mi madre me daba unas pesetas –antigua moneda del estado español-, pocas, y me decía "anda y gástatelo en lo que quieras", pero, por más que yo ponía de mi parte, nunca me llegaron para comprarme unos pantalones como los de mi amiga. Pues nada, ya que no tendremos pantalones, de ahora en adelante cuidémonos mucho de no perder las bragas.
1 comentario:
Muy bueno el símil de los pantalones. Si por algunos fuera ya andaríamos todos con el culo al aire, no te quepa la menor duda. Eso sí, de forma muy "democrática", por supuesto.
Ay, Helena ¿A qué narices esperaremos los ciudadanos europeos para ponernos en pie de guerra? Nos roban nuestros derechos una y otra vez mientras que nosotros permanecemos sumidos en un extraño sopor que no nos deja levantarnos del sofá.
Es tan triste todo esto...
En fin, te dejo un abrazo gordo, compañera. Me encanta leerte.
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