No sé si han tenido la suerte de ver la fotografia que el martes pasado (19 de julio) publicó El Periódico de Catalunya y en la que aparece, mostrando toda su humanidad, el personaje Joan Laporta. Se la describo, por si no han tenido tal suerte: panzudo colosal, sostiene en una mano una botella de champagne francés y en la otra un puro ya mediado; destaca la panza, por supuesto, pero también la sonrisa socarrona que lanza a alguien fuera de encuadre y que parece conminar a un balanceo bailongo; más allá de la panza, no podemos olvidar el torso tetudo y peludo, como de oso, pero de esos pardos y de malas pulgas; el pantalón, bajo el panzón, mantiene a duras penas la posición, aunque, eso sí, de blanco muy elegante. Cuentan en la noticia que el tal señor ni se inmutó cuando se vió cercado por unos cuantos paparazzis y que incluso pareció encontrarse muy a gusto exhibiéndose. Total: ¡Tierra, trágame! ¿Cómo se puede ser tan zafio, tosco y patán, a la vez que engreido, vanidoso y pedante? Quizás porque sólo un necio sería capaz de conjugar todos esos adjetivos, y él gusta de mostrarse muy necio. ¡Qué personaje! Presunto malversador, sólo presunto, pero de ochenta millones de euros que el F.C. Barcelona tiene que acarrear de déficit gracias a él. Presunto independentista, sólo presunto, pero que encandila a jovencitos que todavía no saben ni pueden distinguir entre la conciencia y la cenicienta, o entre la izquierda socialista y una zurda lista. Gloriosa demostración aquélla, bañándose en cava (este sí, catalán) por un triunfo que le catapultó a la más alta popularidad (popularidad populista, claro); o aquella otra deshaciéndose de pantalones y camisas ante la guardia civil en un aeropuerto, y que esgrimió como demostración -deleznable y gratuita- del agravio al que era sometido un catalán de pro.
Soy catalana, pero me avergüenzo de ese catalanismo populista y chabacano, además de mentiroso y manipulador. Igual que me avergüenzo de ese españolismo de pandereta y barriobajero que representa a las mil maravillas la famosísima Belén Esteban. Ya hemos oído muchas veces eso de la "princesa del pueblo" y, aunque sea por casualidad o de vez en cuando, hemos visto las exhibiciones que en el programa ése del señor (por decir algo) Jorge Javier Vázquez realiza ella junto con un nutrido grupo de analfabetos e inútiles. Todo, en su conjunto, vomitivo. Y ambos, Joan Laporta y Belén Esteban, se unen para representar, cada uno a su manera, unos valores más parecidos de lo que a simple vista podamos creer. Ellos viven bien, demasiado bien, y a costa de mentiras que rentabilizan aprovechando los sentimientos de todos aquellos que quieren ver héroes en lugar de ver a seres mediocres, ruines y mentirosos. ¿Cuántos catalanes quisieran imitar o incluso ser Joan Laporta? ¿Cuántos españoles quisieran imitar o incluso ser Belén Esteban? El populismo, señores, esto no es más que populismo barato que busca el beneficio propio, engordando barrigas grotescamente.
Pero será mejor que nos vayamos haciendo a la idea: estos no son tiempos que nos puedan ofrecer (a nosotros, el populacho) cosas mucho mejores. Al final no tendremos más remedio que decidir entre jalear a un Joan Laporta panzudo o a una Belén Esteban inútil, a pesar de que, como en mi caso, estemos deseando perderlos de vista y de la conciencia.
1 comentario:
Hola
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