Bildu o un paso hacia la palabra (en recuerdo de Ernest Lluch).

Correré el riesgo de afirmar que no soy nacionalista. Correré ese riesgo a pesar de ser consciente de que no son momentos oportunos para afirmarlo. Bueno, quizás nunca han sido buenos tiempos para declararse no nacionalista, al fin y al cabo las banderas siempre han envuelto a las ideas como en un hatillo. Pero es que ahora el nacionalismo domina por completo la política y se olvida de las personas. En el estado español eso es aún más evidente: el PP es el amo y señor del discurso españolista, el guardián de los valores del más rancio nacionalismo español; en Catalunya, CiU ha calificado generosamente la decisión de sus votantes como una demostración de "seny" (el "sentido común" que proclama el PP en España), por lo que no haberles votado, por exclusión, convierte a cientos de miles de votantes en irresponsables o locos; y en el País Vasco, Bildu se ha convertido en una fuerza muy poderosa que ha hecho temblar a más de uno, dentro y fuera de Euskadi, aunque sea a costa de otras fuerzas nacionalistas.

Tampoco soy antinacionalista, aunque sé que cualquiera que tenga a la nación como frontera (es decir, como límite o alcance de visión) no entenderá mi posición. Tengo la impresión de que ser nacionalista implica analizar el mundo bajo un prisma muy estrecho: El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama, que creo que dice la Biblia y que le va que ni pintado a la mirada nacionalista. Porque el discurso nacionalista no deja lugar a las medias tintas: si no eres nacionalista, no defiendes a la nación y, como consecuencia, eres su enemigo

Las naciones son hechos, hechos de la realidad social que nos rodea, eso no creo que se pueda negar. Se puede discutir en qué grado, pero ese análisis se lo dejo a historiadores, sociólogos y otros estudiosos del sentimiento común (aunque harían bien en tener en cuenta el Principio de Incertidumbre en sus valoraciones, se me ocurre). Pero, aún aceptando que es un hecho constatable, mi pregunta es: ¿Por qué ese sentimiento debe teñir cualquier planteamiento político? Dicho de otra manera: ¿Por qué un sentimiento tiene que condicionar las políticas a implantar en un estado? Sí, ya sé, porque los pueblos deben tener el derecho a gobernarse y a no ser sometidos. Perfectamente de acuerdo. Pero, ¿no es ése un plateamiento de otro tiempo? El sentimiento nacionalista creció a partir del dominio territorial que ejercían unos señores sobre otros, desde la propiedad y la lucha por el poder. ¿De verdad en el siglo XXI la política debe centrarse en la lucha entre pueblos? ¿No hemos tenido suficiente ya hasta ahora? Porque, ¿qué debería ser más importante a la hora de gobernar, las diferencias o las desigualdades? A mí me da la impresión que no es importante desde dónde me gobiernen, sino que me importa por encima de todo quién me gobierna y con qué políticas. Que si mi pensamiento fuera de izquierdas, ¿qué me importaría a mí que me gobierne una derecha catalana desde Barcelona o una derecha españolista desde Madrid? Como dice un amigo mío, el enemigo de las personas no son las personas del pueblo de al lado, el enemigo es el que les exprime apropiándose de su esfuerzo para beneficio propio (muy marxista él, pero al menos habla de cómo ejercer el poder y no de dominios territoriales).

Dicho todo esto, también he de decir que me ilusiona la victoria de Bildu en Euskadi. Me ilusiona porque, sobre todo, para mí tiene una relación directa con la posibilidad de un final de la violencia, del terrorismo y del fanatismo. Lo siento, no quisiera molestar, pero entiendo que hay que ser muy fanático para anteponer los ideales a las personas. Las ideas (aunque estén ligadas a un país y al sentimiento que se construye desde él) nunca están más allá de las personas. Las ideas están en nosotros y las construimos nosotros, y, como consecuencia, nunca deberían llegar a ser nuestras dueñas. Reclamar el respeto a la vida debería ser el primer y más radical de los valores, y después ya construiremos pueblos e ideas. Siendo esto así (si lo fuese), los resultados de Bildu en estas elecciones dan esperanzas a la palabra, a la discusión y al respeto a las personas. Ojalá que se discuta y mucho, desde la razón o desde el sentimiento de querer ser diferente, sólo así las pistolas se oxidarán y las personas volverán a poder mirarse otra vez a la cara. Creo que Ernest Lluch hubiera estado radicalmente de acuerdo con esto último.

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