Nací en Barcelona. Mis padres me hablaron siempre en el castellano del sur y a mi alrededor, en mi barrio, los acentos siempre han sonado lejanos. Por supesto, aprendí a hablar el catalán y me gustó poder contestar a cada uno en su lengua. Porque me gusta escuchar y cuando alguien me mira a los ojos para enlazar sus pensamientos con los míos, jamás me atrevería a pedirle que limara sus palabras hasta que sonaran con la música de mi voz. Quizás es que nunca he tenido demasiada voz o que nunca he sentido una música como propia. Sí, creo que ha sido eso. Pero, a pesar de no sentirme propietaria, cuando alguien se ha atrevido a ladrar para menospreciar una lengua, entonces me la han hecho sentir mía. Se me revuelven las tripas con los que desean enmudecer a los otros y con los que vociferan porque les chirrían otros acentos sin reparar en el pensamiento, con aquellos necios que niegan la palabra por su sonido. Me ha pasado que en demasiadas ocasiones me han convertido en miliciana de las lenguas que he querido hablar o incluso de aquellas que nunca he sabido interpretar, esos mentecatos arrogantes han sido capaces de convertirme en una mercenaria entregada a la misión de defender las lenguas de otro. Siempre hay una testuz corneada y soberbia incapaz de reparar que más allá de una música hay un ser que siente y piensa; que no es el instrumento, carajo, sino el músico el que expresa.
¿De dónde eres? Y, cuando debo responder, siento que no quiero ser de ningún sitio. A veces las banderas me aburren, pero casi siempre me atemorizan. El que se viste con ellas, se disfraza para no tener que verse desnudo, como si así, siendo él mismo sin más, fuera demasiado poco. Y entonces aparecen emboscados los batallones del odio y el ansia voraz del que se siente más fuerte y acorazado en el pendón. ¿De dónde eres? Quisiera decir que de ningún sitio, pero no es cierto. Cuando busco mi país, lo encuentro sin demasiado esfuerzo. Reconozco en seguida los paisajes, la luz, los olores y sonidos. Encuentro sin dificultad la geografía de mi país en las caras de los seres que amo y he amado, en las voces amigas, en los gestos cariñosos, en las caricias deseadas. Esa bandera sí que me gusta ondearla orgullosa y levanto el asta al viento para que desde muy allá reconozcan mis tierras y respeten la única orografía que me hace feliz. ¿De dónde soy? Soy de ellos y por ellos moriría, aunque me hablen en lenguas diferentes, aunque sus músicas contengan ritmos diferentes, aunque sientan diferente. Perquè, gràcies a què parlen llengües diferents, canten melodies diferents i em senten des de cors diferents, és per això que em fan feliç.
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