Economía, ciencia y mentiras (V): Tomar la palabra

Caminar, para la humanidad, significa descubrir el camino, construirlo a medida que avanzamos, desbrozar poco a poco el terreno que vamos pisando para poder seguir. Pero, ¿hacia dónde? Pues no sabemos. No hay ciencia humana que pueda anticipar qué será de nosotros en el futuro. Podemos predecir, con más o menos dificultad, qué será del universo físico, pero la paradoja es que somos incapaces de vislumbrar qué será de nosotros pasado mañana. Ni la sociología, ni la política, ni la economía han sido capaces hasta el momento de demostrar que puedan prever nada de lo que se nos avecina. Quizás ésta es la mejor demostración de nuestras limitaciones: ni somos dioses, ni somos inmortales y ni siquiera somos capaces de entender cómo sucumbiremos.

Pero lo que sí podemos saber es dónde estamos y si merece la pena continuar por este camino. Siendo así, a veces me pregunto si no sería mejor volver sobre nuestros pasos para ver dónde nos hemos equivocado. Porque, si nos paramos un momento a mirarnos, es posible que no entendamos en qué nos hemos convertido. ¿Cómo es posible que nos preocupe más el estado de ánimo de nuestra mascota que los miles de muertos en Siria? ¿Cómo se entiende que las familias se gasten más dinero en productos de belleza o en cervezas que en la educación de sus hijos? ¿Es que a nadie le importan los miles de muertos de hambre por el precio del trigo que se negocia en el mercado de futuros de Chicago? Y, mientras tanto, las llamadas ciencias humanas intentan explicar... ¿qué? Porque no escucho a estos "científicos" denunciar la injusticia o el sinsentido en el que se han convertido nuestras vidas o la hipocresía de un mundo que ya es insoportable. Por favor, aunque sólo sea a una pregunta, ¿alguien podría responderme qué significa hoy en día el progreso político o el crecimiento económico? Progresar o crecer, pero, ¿hacia dónde?

Necesitamos un debate ideológico, a la vieja usanza, discutiendo abiertamente e ilusionándonos por el porvenir. Necesitamos pensar qué queremos para nosotros y para nuestros hijos, necesitamos no dejarnos vencer por las contingencias del hoy que nos impiden pensar con claridad qué queremos hacer con nuestras vidas y con nuestro porvenir. Y lo necesitamos porque al humillarnos -en el sentido que hacen los vencidos- caemos en la trampa que nos ha preparado el poder financiero y político para no pensar en lo que queremos ser.

1 comentario:

Perséfone dijo...

Touché.

Al final van a tener razón los de la sotana y a la crisis económica le vamos a tener que sumar una importante crisis de valores. Y, sobre todo, de sueños, ilusiones y hasta metas.

Un abrazo.