Economía, ciencia y mentiras (VI): El valor de lo inútil

Fotografía de graffiti
Dice mi amigo, el profesor de filosofía, que el significado de lo inútil se ha retorcido demasiado hasta adquirir un tono negativo que no le pertenece. Mejor dicho, me explica que lo inútil ha cambiado de significado acomodándose a los tiempos que corren, y por eso ahora señala lo que en realidad no es inútil y deja de señalar lo que en verdad lo es -me dice en voz baja que estaría bien hacer una arqueología del término, al estilo en el que Foucault hacía sus agudos análisis para desenmascarar todo lo que se esconde tras palabras aparentemente inocentes-. En sentido estricto, lo inútil se refiere a todo aquello que no produce provecho, a lo que no nos ofrece comodidad o ningún fruto o interés. Por eso, hoy nos atrevemos a calificar como inútil a la filosofía, a la contemplación, a la literatura o al arte en general. ¿Por qué? Pues porque no producen un fruto cuantificable en dinero, no son mercadería de consumo. Aquello que no produce riqueza, que no produce una ganancia, es abandonado en el cajón de lo inútil. Pero, entendido así lo inútil, se me despiertan dos dudas.

Primera. Si lo inútil es lo que no produce riqueza económica, ¿seremos capaces de desdeñarlo y olvidarlo así, sin más? ¿Estamos seguros? Porque entonces nos veremos obligados a dejar de lado el arte o la filosofía, pero también los paseos por el campo, o los besos de los amantes, o las cañas con los amigos o, incluso, tener hijos. ¿Estamos seguros de que lo inútil es lo que no produce riqueza? A mí, sinceramente, me da miedo que así sea. Cuando un joven le dice a sus padres, "quiero estudiar filología porque quiero dedicarme a la literatura", y el padre le dice, "pero si eso es inútil, no pierdas el tiempo que con eso no se vive", está diciéndole a su hijo que vivimos para producir y ganar dinero y no para perder el tiempo en disfrutar haciendo aquello que nos hará felices. ¿O no es así?

Segundo. Lo verdaderamente inútil son las bases de la economía actual. El viejo sistema capitalista basado en la economía productiva, en el mercado y la competencia, está dando paso a un mundo dominado por la economía financiera -adiós a la burguesía-. El mundo se mueve desde el planteamiento de: tengo dinero, especulo y gano más dinero. Pero, ¿qué hemos producido en este proceso? ¿Qué producen bancos, fondos de inversión y mercados de futuros? Nada. Pero ganan dinero, eso sí, -a costa de la pobreza de otros, también- y nadie se atreve a calificarlos de inútiles porque ganan dinero. O somos hipócritas o somos idiotas.

Pues ya es hora de que llamemos a las cosas por su nombre. No es inútil leer filosofía o escribir un poema. No es inútil amar a los que nos aman. No es inútil reír con los amigos y disfrutar de su conversación. No es inútil disfrutar de la naturaleza, ni viajar para descubrir otras formas de vivir y sentir, o para descubrir una playa nueva y sentir el salitre y el sol sobre la piel. No es inútil deleitarse con el estudio de la historia, o denunciar con la palabra en una obra de teatro, o dedicar una vida a captar y expresar la belleza. Eso no es inútil porque nos hará sentir vivos. Pero sí es absolutamente inútil comprar para vender más caro, o hundir empresas o países para obtener un beneficio de la pobreza. Es inútil especular con el dinero y sentirse indemne al sufrimiento de los demás. Es absolutamente inútil, porque no produce ningún fruto o provecho, pero además es absolutamente indigno y repugnante. Como dice mi amigo el profesor de filosofía, "nos han escamoteado la ética, el arte de ser felices, y ahora nadie reflexiona sobre lo que nos puede convertir en mejores". Y seguro que tiene razón, pero es que a mi amigo se le olvida que la ética tampoco da dinero.

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