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Justicia y legalidad

He empezado pensando que lo deseable es que la justicia y la legalidad coincidan. Incluso utilizamos ambos términos como sinónimos en muchas ocasiones, pero es evidente que no lo son, porque cuando reclamamos justicia y nos enfrentamos al sistema político acusándolo de injusto ponemos en evidencia este desencaje. Quiero justicia, un sistema político y económico más justo, una vida más digna, pero la legalidad que me han impuesto no me gusta, me incomoda y la acuso de injusta. ¿A dónde me lleva esta realidad? Pues a un punto muy esencial: el derecho a la disidencia, la protesta y la desobediencia civil, si llega el caso. A partir de esto he intentado ordenar mi pensamiento.

Justicia, política y Bankia

No soy entendida en cuestiones económicas. Como otros muchos en este país, he tenido que aprender a toda prisa el significado de conceptos y términos que el lenguaje económico utiliza para explicar fenómenos como esta crisis. Pero, aún así, soy ciudadana y tengo mi propia opinión sobre cuestiones fundamentales en un estado de derecho. La primera de ellas es el valor la justicia. ¿Y qué tiene que ver esto con Bankia? La respuesta es obvia. Al repasar lo que ha sucedido con Bankia y no sentir una cierta repugnancia hacia los protagonistas de esta situación, sólo puede indicar un grado de insensibilidad cercano al del escarabajo pelotero, pero eso no basta. Además de la sensibilidad, deberíamos preocuparnos por pensar qué grado de responsabilidad civil y penal tienen las personas que han llevado al banco a esta situación. Sobre todo, los directivos y consejeros, sin duda los primeros responsables y entre ellos el señor Rato, pero también aquellos políticos que marcaron las directrices y que casualmente pertenecen al PP.

¿Justicia ciega o justicia interesada?

El caso es que Luis C.O. ha sido condenado a nueve meses de cárcel y a pagar 11.000 euros por los daños causados al arrancarle un brazo a la imagen de Jesús del Gran Poder de Sevilla. Ayer aceptó la condena que el fiscal pidió para él y ya ha pagado buena parte de los 11.000 euros. Nada que decir, yo siempre supongo que las sentencias y las condenas son justas. Y, aunque nadie esté libre del error, nunca podemos suponer el error antes de haberse demostrado, por lo que si el fiscal lo cree justo y Luis C.O. ha aceptado la condena, será porque es lo mejor para él y para la sociedad. Es igual, lo importante aquí es que el fiscal propuso y Luis C.O. aceptó, a pesar de que en el momento de causar la tropelía se reconozca que sufría un "trastorno de ideas delirantes, parafrenia, con rasgos esquizoides y narcisistas, personalidad patológica paranoide y pensamientos psicóticos" -para más información podéis leer la noticia en El Mundo.es en la edición del miércoles 14 de marzo-. Sintetizando: Luis C.O., afectado de trastornos psicológicos importantes en el momento de cometer el pecado -nunca mejor dicho- ha sido condenado a la cárcel y a reponer los daños materiales que causó -y suerte ha tenido que no estamos en tiempos de la Santa Inquisición... ¿o sí estamos, aunque sólo sea la puntita?- Sigamos. Este hecho no me hubiera llamado la atención -no soy creyente y me cae un poco lejos Sevilla como para interesarme por el señor Luis C.O.- si no fuera porque también ayer el Ministro de Justicia, el señor Gallardón, indultó a Josep Maria Servitje, exsecretario general de Trabajo de la Generalitat de Catalunya en tiempos de Jordi Pujol, y a Victor Manuel Lorenzo, empresario. Ambos eran militantes de UDC y fueron condenados por "robar" más de 46.000 euros de las arcas públicas con facturas falsas -para más información podéis consultar El Confidencial en su edición del 15 de marzo-. "Curiosa coincidencia temporal", he pensado.

Gallardón no aprende

El actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, no aprenderá nunca. Mira que a su alrededor tiene buenos maestros, verdaderos catedráticos en no decir ni pío y soltarnos un bofetón en plena cara cuando menos te lo esperas. La propia campaña del Presidente del Gobierno, señor Mariano Rajoy, fue todo un máster de cómo un político puede ganar unas elecciones sin soltar ni prenda. Pero Ruiz-Gallardón no aprende que por la boca muere el pez. Después le pasa lo que le pasa: se le echa el partido encima, los medios de la derecha más pura le miran desafiantes y le llaman al orden o reclaman que alguien "más sensato" le conduzca al redil, las almas puras reprochan al partido haberle dado la enésima oportunidad, las televisiones del TDT Party dejan que sus mediocres y obscenos comentaristas hagan mofa de él, y Mariano se debe retorcer en su flamante sillón de presidente pensando que "a este chico no le enderezaremos nunca". Pobre Gallardón. Él, que hace todo lo que puede por ser carismático y sincero diciendo lo que piensa, siempre se encuentra con la incomprensión de su propia "familia".

La justicia no es un juguete

Todos sabemos que el sistema judicial es uno de los pilares del estado de derecho. La justicia -su objetividad e imparcialidad- es un elemento clave para asegurar la dignidad y proteger los intereses democráticos de los ciudadanos de un país. En la actualidad, en el Estado Español, vivimos un momento especialmente convulso en el ámbito de la justicia. Desde mi punto de vista, en estos días se está poniendo a examen minucioso el sistema judicial. Eso es bueno. Nada de lo que concierne al estado de derecho puede escapar al análisis y la crítica constante. Pero debemos intentar ser ecuánimes y repartir bien las culpas cuando el sistema no funciona, porque nos equivocaremos, y mucho, si pensamos que la responsabilidad recae exclusivamente en los jueces o, al menos, en algunos jueces.