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Justicia, política y Bankia

No soy entendida en cuestiones económicas. Como otros muchos en este país, he tenido que aprender a toda prisa el significado de conceptos y términos que el lenguaje económico utiliza para explicar fenómenos como esta crisis. Pero, aún así, soy ciudadana y tengo mi propia opinión sobre cuestiones fundamentales en un estado de derecho. La primera de ellas es el valor la justicia. ¿Y qué tiene que ver esto con Bankia? La respuesta es obvia. Al repasar lo que ha sucedido con Bankia y no sentir una cierta repugnancia hacia los protagonistas de esta situación, sólo puede indicar un grado de insensibilidad cercano al del escarabajo pelotero, pero eso no basta. Además de la sensibilidad, deberíamos preocuparnos por pensar qué grado de responsabilidad civil y penal tienen las personas que han llevado al banco a esta situación. Sobre todo, los directivos y consejeros, sin duda los primeros responsables y entre ellos el señor Rato, pero también aquellos políticos que marcaron las directrices y que casualmente pertenecen al PP.

El terrible duelo entre De Guindos y Schäuble


Santiago es una ciudad húmeda, pero muy clara y liviana cuando hace bueno. El lunes 30 de abril, quiero imaginarme la ciudad recortada sobre el azul intenso que aparece en el cielo los días soleados de primavera. También me imagino al ministro De Guindos recibiendo a su homónimo alemán, el señor Schäuble. Los saludos cordiales, las muestras de reconocimiento y una cierta familiaridad necesaria para que la imagen sea bien recogida por los fotógrafos. La imagen es importante, sobre todo cuando el visitante es quien es. Mercados, bancos y agencias de calificación tomarán buena nota. Al pueblo... al pueblo cualquier cosa ya les va bien, al fin y al cabo nada de esto les importa demasiado.

Reforma laboral y mentiras

Se han dicho algunas -hasta es posible que muchas- mentiras a la luz de la última reforma laboral que ha aprobado recientemente el gobierno del PP. Algunas de estas falacias han estado subscritas y reafirmadas por otras gobiernos de derechas, como es el caso del gobierno catalán. Pero para mí que lo único que ponen de relieve estas mentiras es que o bien nuestros gobernantes tienen una gran desfachatez y no sienten ningún rubor en contradecir descaradamente a  la realidad, o bien es que viven en un mundo absolutamente ficticio y apartado de la cotidianidad de la calle.

¿Reforma del mercado laboral o de los derechos de los trabajadores?

Vaya por delante mi rechazo a la reforma laboral que el gobierno del PP aprobó el viernes pasado. No quiero engañar a nadie ni entrar en discusiones sobre si es mejor o peor, sobre si es beneficiosa o no. Para mí no existe discusión ni quiero escuchar a quienes la defienden. Eso sí, creo que, con esta reforma, Mariano Rajoy ha incumplido alguna promesa electoral y que, además, ha traicionado a muchos de los que le votaron -allá ellos-. Ahora bien, una vez dejado claro esto, sí me gustaría abordar algunas cuestiones relacionadas con el fondo y la forma de esta reforma laboral.

Economía, ciencia y mentiras (VI): El valor de lo inútil

Fotografía de graffiti
Dice mi amigo, el profesor de filosofía, que el significado de lo inútil se ha retorcido demasiado hasta adquirir un tono negativo que no le pertenece. Mejor dicho, me explica que lo inútil ha cambiado de significado acomodándose a los tiempos que corren, y por eso ahora señala lo que en realidad no es inútil y deja de señalar lo que en verdad lo es -me dice en voz baja que estaría bien hacer una arqueología del término, al estilo en el que Foucault hacía sus agudos análisis para desenmascarar todo lo que se esconde tras palabras aparentemente inocentes-. En sentido estricto, lo inútil se refiere a todo aquello que no produce provecho, a lo que no nos ofrece comodidad o ningún fruto o interés. Por eso, hoy nos atrevemos a calificar como inútil a la filosofía, a la contemplación, a la literatura o al arte en general. ¿Por qué? Pues porque no producen un fruto cuantificable en dinero, no son mercadería de consumo. Aquello que no produce riqueza, que no produce una ganancia, es abandonado en el cajón de lo inútil. Pero, entendido así lo inútil, se me despiertan dos dudas.

El valor de "lo público"

En esta sociedad mercantilizada, a veces nos preocupamos excesivamente de lo que no es importante y acabamos por no saber qué es lo que queremos. Hoy en día, nos preocupamos más del precio de las cosas que del valor de las cosas y, de esta manera, al final todas las discusiones acaban por centrarse en los aspectos económicos y nos olvidamos del "valor" –no necesariamente económico- de lo que queremos. Pero quizás deberíamos valorar las cosas –¿Lo necesito? ¿Me hará más feliz? ¿Mejorará o empeorará mi vida?- y después, sólo después, ver cuál es su precio y si estamos dispuestos a asumirlo. Por eso, ésta es la discusión que os propongo hoy: valoremos "lo público" –o si queréis, "la cosa pública"- y después, sólo después, veamos hasta dónde estamos dispuestos a asumirlo económicamente.

Economía, ciencia y mentiras (IV): Hoy casi me hago rica

Hoy hemos perdido la oportunidad de hacernos ricos definitivamente. De verdad que lo siento. Yo misma he llegado tarde. Si se me hubiera ocurrido esta mañana, ahora ya estaría haciendo las maletas y pidiendo el finiquito en el trabajo a cuenta de los millones que me iban a caer. ¡Cómo he podido ser tan tonta! Claro que si hubiera sido más espabilada, ahora sería banquera, pero no lo soy –banquera, digo-. En fin, paso a explicarme.

Economía, ciencia y mentiras (III): El profeta y prometedor Sarkozy

El profeta Sarkozy nos ha regalado con un bello discurso en Toulon ante un público elegante y entregado. En el mismo lugar en el que tres años antes había prometido –o amenazado- con la refundación del capitalismo, el presidente de Francia, monsieur Sarkozy, hoy nos ha prometido –o amenazado- con la refundación de Europa. Porque, además de profeta, es un gran prometedor.

Economía, ciencia y mentiras (II): Marx, el denostado

Para muchos, nombrar a Marx ya significa despertar tenebrosos fantasmas. En cuanto suena su nombre, aparecen demonios de larga cola y cornamenta imponente: Stalin, Mao y su Libro Rojo, los Gulags, la Guerra Fría, los Jemeres Rojos, los Balseros y la Damas de Blanco,… Pero dice mi amigo, el profesor de filosofía, que esa no es más que una visión simplista –él se atreve a decir necia- de una de las mentes más incisivas y preclaras de la historia. Porque son muchos los que se han encargado de recordar constantemente al agitador político y a sus –no siempre lúcidos- seguidores, para así denostar al brillante Marx, el economista e historiador. Y éste es el que me gustaría recordar ahora, aunque sólo sea por un momento.

Economía, ciencia y mentiras (I)

Hace pocas semanas tuve la oportunidad de escuchar las reflexiones pausadas y muy interesantes del señor Jorge Wagensberg (doctor en física, profesor de la UB y director del CosmoCaixa). Es un placer escuchar a un sabio que no pretende dar clases de nada, que habla porque tiene cosas que decir y además sabe cómo decirlas –al contrario de los charlatanes, esos que hablan sin que tengan nada que decir y acaban aburriendo a los muertos-. Andaba yo ya preocupada por la economía, pero pensando en si la economía debe ser considerada realmente una ciencia o si, por el conrtrario, sólo es una gran mentira. Me debatía entre esas dos opciones. Es por eso que, entre las muchas reflexiones que escuché del señor Wagensberg sobre temas muy diversos, hubo dos afirmaciones que no pude quitarme de la cabeza. Se las explico:

A la atención del señor Salvador Alemany

Con su permiso y con el debido respeto, le tengo que confesar que en mi siguiente vida me gustaría ser Salvador Alemany. No se sorprenda, es usted el prohombre que debería figurar en el imaginario de toda persona de su tiempo, sin lugar a dudas. Claro que si tengo que mantener mi condición femenina, yo en mi siguiente vida debería ser Salvadora Alemanya, lo que me convertiría en algo así como en una metáfora de la actual Angela Merkel -también salvadora y, por supuesto, muy alemana-. Redondo, mejor imposible: la síntesis perfecta entre el modélico liberalismo empresarial y el liderazgo político -también liberal, claro-. Pero déjeme explicarle qué me ha llevado a esta decisión.