Salvador Sostres, una lección de periodismo

No soy periodista ni tengo formación alguna al respecto. Es por eso que siempre va bien tener referentes a mano por si hay que decidir y la intuición no me llega. Así que he comenzado mi búsqueda de referentes y he decidido comenzar por un tipo, Salvador Sostres, que cuanto menos podríamos decir que es muy polémico. He pensado, "pues si es polémico, será que tendrá algo que decir" y me he lanzado a analizar su estilo.
No he podido leer muchos artículos suyos -y cuando digo que no he podido, no quiero decir que se me haya acabado el tiempo o que se me haya terminado el material de lectura, no, quiero decir que mi entendimiento me ha dicho, "basta, debes sobrevivir"-, pero los pocos que he podido leer -soportar- me han enseñado algo que pienso poner en práctica en este mismo post. Sostres, el mismo que se vanaglorió de haber dado por el culo a una socialista, el que insultó a Labordeta el mismo día de su entierro, o que fue capaz de ponerse en el lugar del chico que asesinó a su novia porque ésta le había dejado y estaba embarazada de otro mozalbete, utiliza los adjetivos y las expresiones adjetivas con una soltura que va más allá del buen gusto y de la argumentación inteligente -que vaya más allá no quiere decir que las sobrepase en positivo, sino que se desmadra sin control racional o inteligente, como si fuera un niño malcriado o una bestia de establo-. Aunque, digo yo que tendrá algún motivo, ¿no? Un ejemplo: se permite el lujo de criticar a la televisión pública catalana, TV3, diciendo que es una casa de putas; eso sí, sin aportar ni un solo dato de los servicios que el tal prostíbulo tiene a bien ofrecer a los desaforados salidos que buscan un roce goloso. Perdone, pero, ya que usted conoce la casa, ¿no podría darnos datos y explicarnos cómo funciona esa "casa de barrets"? Porque no hay duda que usted no hablará sin conocimiento y acusará sin ton ni son, ¿verdad? Prosigo. He visto también que cuando Sostres hace un repaso de las personas con las que no comparte criterio -ya sea político, estético, lingüístico o de cualquier otro tipo- se permite la ligereza de utilizar adjetivos del tipo: demente, indigente mental, inepto, payaso indocumentado, primitivo, ignorante, estúpido,... y sin aportar dato alguno, sin argumentos que justifiquen la des-calificación. Pues nada, si lo dice el maestro y como yo voy a ser buena alumna, haré lo mismo que él: Sostres, como no me gustas nada, pero nada nada, tengo que decirte cuanto antes que eres un demente, un indigente mental, un inepto, un payaso indocumentado, un primitivo ignorante, un estúpido y -añado como intuición propia para ver si llego a la excelencia- un parásito sin oficio y un pito flojo -esta última es una apuesta personal mía, fundamentada en la opinión de que el más bocazas es el que menos puede y en que, aunque pudieras, te va a ser imposible encontrar a una mujer que te encuentre algún atractivo-. ¿Lo he hecho bien, querido maestro?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena reflexión, coincido contigo.